Fotógrafo Profesional

Solo Jugando

Entre 2008 y 2010, el proyecto se desarrolló en las selvas del Vichada, una de las regiones más olvidadas y golpeadas por el conflicto armado en Colombia. Se vivió de forma continua durante tres meses en el corazón de la selva, y luego, por periodos prolongados, se volvió una y otra vez a ese territorio denso, húmedo y profundo, retornando brevemente a Bogotá solo para volver a sumergirse en una geografía marcada por el abandono estatal y el saqueo sistemático de sus riquezas.

Cumaribo, junto al Parque Nacional Natural El Tuparro, era entonces una zona estratégica codiciada por su riqueza mineral, su acceso fluvial y su aislamiento. Allí coincidían grupos armados ilegales —guerrilla, paramilitares— y fuerzas del Estado, todos en disputa por el control de tierras, rutas, cultivos y la extracción de minerales como el oro o el coltán. El territorio, además, vivía una expansión de los cultivos de coca, producto de la falta de alternativas reales y su cercanía con corredores de tráfico fronterizo.

Pese a la abundancia natural —agua, lluvia, selva, suelo fértil—, la pobreza era abrumadora. El agua que caía por días enteros no llegaba a los hogares. El alcantarillado era inexistente. El acceso a salud y educación, mínimo. Una región rica, donde se vive con lo justo o con nada.

Aun así, entre la amenaza constante y el peso del conflicto, había infancia. Y en ella, juego. Solo Jugando registra la paradoja más poderosa de aquel tiempo: en medio del miedo, los niños jugaban. Como si en ese gesto simple estuviera contenida la resistencia más profunda. No se documentó la violencia, sino el modo en que la vida se abría paso a pesar de ella.

El proyecto se desarrolló en territorios donde habitan comunidades indígenas como los Sikuani (Guahibo), Piapoco, Curripaco, Cuiva, Puinave y Sáliba. Pueblos históricamente desplazados, atravesados por el despojo, pero que conservan su lengua, su vínculo con la tierra y una fuerza ancestral inquebrantable.

Parte de este trabajo fue presentado en la exposición Justicia a Contraluz, organizada por la Universidad de los Andes, y forma parte del libro homónimo publicado en 2009. Un proyecto colectivo que exploró, desde lo visual, las fracturas del país y las huellas que deja la guerra.